El ejercicio físico como herramienta integral de salud
El ejercicio físico constituye una fuerza transformadora que va más allá del cuerpo: actúa como catalizador de un bienestar amplio, que abarca desde el fortalecimiento cardiovascular y metabólico hasta mejoras en el sistema inmunológico, pasando por impactos positivos en la salud mental y emocional. A través de una práctica constante y consciente, se activan procesos fisiológicos esenciales: la circulación se optimiza, la respiración se profundiza, y la masa muscular y ósea se robustecen.
Este impulso no se limita al plano físico: la liberación de neurotransmisores como endorfinas, serotonina y dopamina genera emociones placenteras, regula el estado anímico y promueve un sueño reparador; además, incrementa la autoestima y reduce el estrés . En especial, la resistencia cardiorrespiratoria emerge como un factor determinante de longevidad, incluso más significativo que el propio peso corporal,
No obstante, cuando el ejercicio se aleja del equilibrio, estos beneficios pueden transformarse en riesgos reales. El sobreentrenamiento, fruto de una sobrecarga continua sin recuperación adecuada, comienza erosionando el cuerpo: aparecen lesiones musculoesqueléticas, fatiga crónica, disminución del rendimiento, e incluso síntomas psicológicos como ansiedad, irritabilidad o burnout deportivo [. El principio de sobrecarga nos recuerda que solo cuando los estímulos físicos se aplican por debajo del umbral máximo de tolerancia, y se acompaña de descanso, se favorece una adaptación saludable; en caso contrario, el organismo entra en agotamiento, comprometiendo su homeostasis natural
La integración excesiva del ejercicio en la vida diaria puede derivar en formas más profundas de compromiso patológico. La adicción al deporte, a pesar de no estar tipificada oficialmente como trastorno, es reconocida por especialistas como una compulsión que supera el autocontrol, generando lesiones crónicas, trastornos del sueño, alteraciones hormonales, ansiedad, depresión e incluso conflictos sociales En su expresión más extrema, se encuentra la vigorexia —también llamada dismorfia muscular— en la que la obsesión por alcanzar una figura idealizada lleva a consumir esteroides, aislarse socialmente y renunciar a otras esferas de la vida, con graves riesgos físicos y emocionales Las consecuencias físicas no se detienen allí. El ejercicio cardiovascular excesivo, practicado de forma constante, puede aumentar significativamente la pérdida de hierro a través de microtraumas intestinales, lo que desencadena fatiga crónica y disminución del rendimiento. Por ello, es fundamental garantizar una alimentación adecuada y suplementación que incluya hierro bisglicinato junto a vitamina C, cobre y vitaminas B2 y B6 Añádase a esto el riesgo de rabdomiólisis o alteraciones inmunitarias, que surgen cuando se genera un sobreestrés fisiológico sin recuperación, comprometiendo la defensa natural del cuerpo.
Alcanzar un equilibrio sostenible exige un enfoque consciente: el ejercicio debe estar diseñado con propósito, estructura y constancia, no ser una actividad esporádica. Como bien lo resume Pablo Dodero, planificar sesiones que incluyan fuerza al menos dos veces por semana favorece la preservación muscular, previene lesiones y propicia un envejecimiento saludable. El ejercicio aislado, como caminar mucho un día, no aporta los cambios duraderos que aspiramos alcanzar . Asimismo, para la funcionalidad y estabilidad a largo plazo, ejercicios como la sentadilla resultan más valiosos que levantar grandes pesos sin técnica ni coherencia
Adaptar el ejercicio a cada etapa vital es clave: las exigencias y preferencias cambian con los años, y una rutina pensada para décadas atrás podría volverse inefectiva o contraproducente hoy. La personalización, la motivación sostenida, los recursos disponibles y el disfrute de la actividad son pilares para mantener una práctica duradera.
En escenarios clínicos específicos, como el oncológico, el ejercicio físico es una herramienta indispensable de recuperación y bienestar. A pesar de ello, muchos pacientes no reciben orientación adecuada para incorporarlo como parte de su rutina terapéutica. Iniciativas que integran profesionales de salud, entrenadores y psicólogos promueven que la actividad física sea parte esencial del tratamiento, mejorando la calidad de vida y los resultados médicos